Estudio M | ARQ. GRABRIEL SALAZAR USOARQUITECTURA

ARQ. GRABRIEL SALAZAR USOARQUITECTURA

¿Te has imaginado un mundo sin espacios corporativos?

No creo que eso sea posible viviendo en Latinoamérica, si estuviéramos en una región donde las condiciones climáticas te impiden desplazarte al lugar de trabajo durante varios meses, donde los habitantes viven alejados unos de otros (quizás por varios kilómetros), lejos de los centros urbanos y por la misma situación las personas fueran muy diligentes y organizadas, podría considerar imaginarlo. 

Salvo algunas excepciones, a los latinos les gusta estar siempre juntos, realizar actividades por imitación, necesitan que alguien les diga que hacer y cómo hacerlo… Muchos no hacen ejercicio en casa porque necesitan la motivación de otras personas en el gimnasio, otros no acuden a un espectáculo o a una actividad cultural porque no encuentran con quien ir y otros ni siquiera pueden tolerar comer solos; siempre desean estar en contacto, aunque sea solo para estar, trabajar, conversar o criticar a los otros que no hacen lo que ellos sí hacen con los demás. Es por esto que después de la escuela, la oficina es el lugar ideal para socializar y “colaborar”. Ahora con el confinamiento voluntario a causa de la pandemia de COVID-19, muchos se tuvieron que enfrentar a la soledad entre cuatro paredes, otros a sus bulliciosas familias que solo veían los fines de semana y otros tantos a un paraíso alejado de los demás dónde nadie interrumpe y todos pueden estar concentrados.

¿Cuál consideras puede ser la o las opciones más rentables para el trabajo corporativo?

Depende de varios factores, el principal es la herramienta de trabajo, si se trata solo de una computadora portátil (laptop, tableta o teléfono móvil) prácticamente puedes trabajar en cualquier lugar, llámese cafetería, playa, avión, cocina o biblioteca. Si requieres de otros aparejos (como libros, catálogos, muestras u otros equipos electrónicos no portátiles) la elección del espacio de trabajo fuera de la oficina se limita al lugar donde puedas contar con ese equipamiento, que bien puede ser la vivienda o un centro de negocios que te permita tenerlos resguardados. 

Lo siguiente a considerar y lo más importante es tu nivel de concentración ante diferentes distractores, muchos dirán que unos audífonos (y tu música preferida) son una buena solución para ignorar los estímulos auditivos, pero solo funcionan en lugares donde nadie se conoce y todos se ignoran, porque las personas que te rodean en tu entorno laboral por lo general no son respetuosas de tus momentos de concentración e interrumpen con cualquier pretexto. Si eres de los afortunados que puede responder un correo electrónico, hablar de otra cosa y voltear a ver a tu interlocutor sin mirar el teclado o la pantalla, sin dificultad podrás trabajar junto a un rebaño de ovejas tumbado en una ladera. 

Si no tienes estas habilidades, eres mayor de 40 años y padeces trastornos obsesivos compulsivos, lo mejor será buscar un espacio en casa -que no sea la mesa del comedor- para transformarlo en tu “home office”. ¿Cómo hacerlo de la mejor manera? Todo parte del sentido común, procura que sea un lugar silencioso y con una puerta para indicar a tus familiares cuando no estás disponible. Si cuenta con buena iluminación natural, coloca el escritorio de manera perpendicular a la ventana para evitar cansancio en la vista, coloca la pantalla a la altura de tu cabeza (con algún accesorio o con una pantalla adicional a la de tu equipo de computo), agrega una lámpara para compensar el brillo de la misma y cuida también la posición de la cámara, para que tu rostro luzca bien iluminado cuando te conectes a una video llamada. Ahora solo falta añadir una silla ergonómica para mantener una buena postura y un teclado adicional para trabajar cómodamente. 

Después de 18 meses de resguardo voluntario, seguramente este espacio ya está resuelto en casa y tus rutinas están organizadas de tal manera que puedes enfocarte en tus tareas durante 50 minutos sin mirar el teléfono móvil, sin levantarte y hasta que suena el timbre para anunciar la llegada de un repartidor…

En el mundo ideal solo necesitamos un teclado, un procesador y una pantalla, nadie necesita de un escritorio lleno de objetos de colección marcando tu territorio y expresando quién eres a 60 metros de altura sobre el nivel de la banqueta, nadie necesita la puerta de un privado como si esta fuera el trofeo por años de sacrificio en una empresa, nadie necesita de globos y pasteles de cumpleaños acompañados de abrazos fingidos o de tener que elegir un bando a la hora de salir a comer para obtener privilegios o menor carga de trabajo.

 

¿Han evolucionado o no, han requerido hacerles cambios o que has aportado a tus proyectos corporativos para que se adapten a las nuevas medidas de convivencia social?

Con una modalidad de trabajo híbrido, donde el trabajo de concentración se realiza en casa y la interacción se realiza fuera de ella. Los usuarios que acudan a la oficina para reuniones presenciales encontrarán salas con mejores equipos multimedia para compartir contenido simultáneamente, con diferentes amueblados -más allá de una mesa grande con sillas- para hacerlas más atractivas para colaborar e intercambiar ideas.

Para los que requieran trabajar en la oficina no habrá lugares asignados, deberán dejar sus pertenencias en un casillero temporal y buscar un lugar que se ajuste a sus gustos y nivel de concentración; pueden usar la biblioteca con un nivel de ruido y distractores muy bajo -donde la interacción no está permitida-, o el “lounge” con un nivel de ruido medio o la cafetería donde pueden trabajar, comer y conversar sin limitaciones.

Pero nada de esto será útil si no hay un cambio radical en la estructura de las empresas, en la forma en la que miden la productividad y en la manera en la que nos comportamos dentro de la oficina; porque no necesitamos a nadie haciendo pasarela y saludando como reina de belleza y tampoco necesitamos a alguien interpretando a un tirano que azota su látigo en cada escritorio ¿o sí?

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